Este año anunció su despedida. Así las cosas, ¡la ocasión la pintan calva!

Habíamos quedado, a eso de las cinco de la tarde a las puertas de su comercio, un jueves, de esos que ni fu, ni fa, epílogo de una ciclogénesis explosiva. Hombre amable y cordial (conmigo siempre), muy de su familia, tuvo a bien someterse a “un tercer grado” de esos que ya he dicho no matan a nadie. En este caso, todavía con las “secuelas” de la última Batalla, me venía bien para saber si era hombre de esos que llaman al pan, pan y al vino, vino. Vosotros mismos juzgareis. Tal vez, como siempre, haya disparidad de criterios y a alguno le “pique”, pero me parecen harto interesantes algunas de sus respuestas y conclusiones.
Y, entre col y col, también hablamos de otros asuntos y de Laredo ¿cómo no?

Lo dicho, ¡pasen y vean! Esta es la entrevista…

−¡Buenas tardes, Ángel!
−¡Buenas tardes…!

−¿Te llamas?
−Ángel Expósito Ricondo.

−¿Naciste en Laredo?
−No, nací en Sevilla, en Los Rosales, Sevilla.

−¿Mes, año?
−Septiembre de 1949.

−¿Fuiste al colegio en Sevilla?
−No, no, no, yo vine aquí con veintidós meses. Mis padres son de aquí y se
fueron a trabajar allí. Allí nací yo y, luego, se vinieron para acá…

−¿Cuántos hermanos sois?
−Dos. Yo soy el menor.

−Entonces… ¿fuiste aquí al colegio?
−Sí, a las Nacionales, al Primo de Rivera (ahora Pepe Alba).

−Hiciste educación primaria… y ¿luego?
−Pues luego me incorporé al mundo laboral.

−¿En dónde empezaste a trabajar?
−Pues… trabajé de electricista. En aquel “boom” de Laredo donde había tanta casa en construcción. Empecé con 16 años con una empresa que ya no existe…, creo, no lo sé fijo, que ese hombre ya murió. Era una empresa que se llamaba Isacelaya.

−Entonces…, empiezas a trabajar de electricista y, a la vez, empiezas a pintar y…
−¡Qué va! ¡Qué va! Lo de la pintura ha sido muy reciente.

−Entonces ¿cómo te nace a ti esa afición por la pintura, la moda, el estilismo, los escaparates…? ¿Era algo que tenías dentro y no lo sabías?
−¡Exactamente! Yo no sabía ni que se me daban bien esas cosas, ni pensaba en ellas. Creo que empecé, como tantas cosas, con las carrozas. Empecé en el tema de las carrozas ayudando a Ángel Sainz, con doce años, como van muchos críos a ayudar y… luego, pues tenía la inquietud esa de dibujar las carrozas yo también. Eran dibujos que hacía para mí solo, para verlas, yo, en casa… Yo creo que todo esto empezó así ¡eh!

−Y… ¿descubriste de la noche a la mañana que te salía bien?
−No, tampoco. Lo hice, lo hacía y lo dejé un tiempo en el olvido… Seguí trabajando, me fui a la mili (Servicio Militar Obligatorio), volví y seguí trabajando de electricista y luego fui al Paro. De ahí me puse a trabajar como vendedor de material eléctrico y, poco después, montamos la tienda de ropa de niños…
Ahí es donde empecé a hacer de escaparatista, de lo que tampoco tenía ni idea, y descubrí que no se me daba mal. Esa faceta creo que nació, también, del tema de las carrozas…

−¿En qué año montaste la tienda?
−Me parece que hace 27 años. Sería el año 1988…

−¿Alguien te anima a poner el negocio o…?
−No, no. Fue todo cosa de que estábamos en el Paro y algo teníamos que hacer… y se nos ocurrió poner una tienda de ropa de niños. ¡Salió porque sí!
Recuerdo que mi mujer decía de poner una mercería, pero en aquella época ya teníamos un niño y… cuando íbamos a comprar pues… ¡nos gustaba la ropa de críos! ¡Ahí nace la cosa! Luego, metido en ese mundo, vas a las ferias a comprar ropa y te vas fijando en las cosas que hacen otros, la moda, las tendencias, los muestrarios, los escaparates, etc.

−Y… ¿nunca te ha sorprendido ver que te pones a coser y que la cosa también se te da?
−¡Joer! ¡Es que lo de coser también fue muy curioso! Empezaban los carnavales e íbamos a salir vestidos de romanos. Curiosamente, mi mujer sabe coser, y estaba cosiendo unos cueros pero se le trababa la máquina, y en eso que me dice ¿es que no sé qué hacer? Y respondí: ¡Trae! ¡Déjame! ¡Ya lo hago yo! Y empecé a hacerlo yo y, por casualidad, a mí no se me atascaba… ¡Y así empezó todo, también!

−O sea, que todo fue una mera casualidad…
−Sí, una casualidad también. Luego pues… hice un curso de corte y confección porque lo regalaba una chica, nueva, que se puso aquí, en un piso, y de la que no recuerdo su nombre. Curiosamente, el primer hombre que fuese a hacer corte y confección tenía el curso gratis… ¡Y ahí que me presenté! Lo más curioso es que, al poco tiempo, casi me tengo que marchar porque ya la enseñaba yo a ella. Yo fui, más que nada, para aprender corte y diseño, pero al final me di cuenta de que, allí, estaba perdiendo el tiempo.

−Entonces… A día de hoy, ¿te darían ganas de probar por otros derroteros?
−No, no, ya no. ¡Ya estoy un poco cansado de todo!

−¿Tampoco has practicado ningún deporte?
−Sí, sí, jugué un tiempo, un año o así, al baloncesto pero lo dejé al irme a la mili…

−¿Te gusta leer?
−Me gusta pero… lo hago muy poco. Hace muchísimo tiempo que no leo nada.

−Hablemos de Laredo. Tú, como laredano, ¿crees que ha cambiado mucho el Laredo de tus primeros recuerdos al de hoy en día?
−Sí, mucho, muchísimo. Sobre todo en el ambiente. Ahora, prácticamente, en verano no hay ambiente y antes era salir todos los días. El Laredo de ahora no tiene nada que ver…

−¿Crees que tiene alguna causa especial?
−Pues… ¡No sé! Antes, si te fijas, había de todo. Había salas de fiestas y ahora no hay nada. Si ahora sales tienes que ir a beber o en algún pub donde puedas bailar, un poco, pero nada más… Yo creo que todo es cuestión económica, principalmente, sino, no se explica.

−¿Crees que, hoy en día, una discoteca iba a funcionar?
−Pues… ¡Tampoco lo sé! Antes salías y bebías y no pasaba nada. Ahora tienes que poner la discoteca fuera del pueblo y… cuando tomas dos copas está ya la policía allí y hay que andar con mucho ojo. Entonces… ¡No sé si funcionaría! ¡Es complicado!

−¿Algún recuerdo de aquel Laredo de antaño?
−Echo mucho de menos el ambiente que había en aquellos veranos. Ambiente todos los días, las francesas… ¡Es que todos los días estabas, casi, de fiesta! Eso ahora no lo hay. Ahora en verano, a las nueve de la noche, ves a cuatro de Laredo y poco más…

−Llegado a este punto, tú ¿cómo te definirías, pintor, decorador, escaparatista, empresario, carrocista…?
−Más que nada carrocista, aunque soy de los pocos que no tienen título de carrocista.

−Pero… ¿qué pasa? ¿Para ser carrocista hay que tener un título?
−No, no, no. Es que hubo un año en que el Ayuntamiento dio el título de carrocista a todos los participantes en la Batalla de Flores y, casualmente, yo no estaba…

−¿Y no le puedes ir a pedir?
−¡Paso de ello total! Pero es una anécdota curiosa.

−Bueno. Toca Batalla de Flores… El jurado, por ejemplo… ¿tú entiendes que todos los años haya que cambiar de jurado? ¡Siempre tantos problemas!
−No, de hecho no se está cambiando el jurado. Hace cuatro o cinco años que ha sido el mismo jurado ¿eh? Se ha cambiado este año, pero porque el año pasado hubo unas picias tremendas, de gente del jurado… Y este año, también, las ha habido ¡ojo!
Es que tampoco puedes nombrar un jurado porque alguien diga: ¡a mí me encanta la Batalla de Flores, la veo todos los años! ¡Estoy enamorada de la Batalla de Flores! Pues, yo digo: ¿tú vales para jurado? No, no puedes valer para jurado. Sí, te gustará mucho la Batalla de Flores pero no sabes los entresijos de las carrozas. Pues… ¡muy poco puedes valorar, entonces, el trabajo de las carrozas! No todo el mundo está capacitado para ser jurado.

−Pero… es que el problema que tenemos, y llevo viéndolo varios años, es que cada grupo de carrocistas te da una versión u opinión de cómo tiene que ser el jurado y nadie queda contento…
−Aquí el problema que ha habido es que la gente, que sí sabía de carrozas, acabó harta porque, siempre, cuando a alguno no le daban el primer premio, les ponían a parir, de hijo de… para arriba y de… hijo de para abajo. Entonces la gente, que sí sabía del tema, se ha ido retirando de lo que es la Batalla de Flores y ahora mismo pues… ¡es muy complicado! A partir de ahí empezamos a tener que elegir jurado… Este año ha habido veinte personas para elegir jurado.

−Sí, sí, ¡pero han quedado siete! ¡Trece fuera!
−Siete no, seis. Seis que yo no conozco. Conocía a uno que se quedó en reserva y que era hermano de uno que trabajaba con nosotros… y se quedó en reserva. Casualmente, dijeron de él que fue el único que fue a ver las carrozas (a las naves) solo. Estaba de reserva y, al final, le metieron en el jurado porque creo que era el único que estaba cumpliendo las normas…

−¿Qué requisitos crees tú que necesita un jurado?
−Por lo menos tiene que tener un conocimiento de Arte. Porque que me digan a mí, por ejemplo, que es camionero o tiene una empresa de no sé qué, pues… ¡Será un profesional en lo suyo, pero de carrozas muy poco…! Y muy poca gente sabe de carrozas en Laredo.

−¡Claro! Pero es que el problema es que para saber de carrozas tienes que estar muy metido en ese mundillo y ¡eso no lo podemos saber todos! Aparte de que, como tú dices, los que sabían no quieren volver, visto lo visto…
−Sí, sí. Pero, además, en el momento en que hay una persona que conoce la Batalla y que haya colaborado, alguna vez, con un carrocista, los otros grupos le van a apartar por esa supuesta relación de amistad, por mucho que entienda.

−¿Y tú crees que ese es el ideal?
−No, no, no, ¡qué va! Creo que hay que buscar gente en Laredo, que la hay, que están preparados para ser jurado. Ahora, que quieran o no quieran, es otra cosa…

−Entonces… ¿tú conoces gente que sí está preparada para ser jurado?
−Sí, pero, por ejemplo: si el año que viene yo me propongo ser jurado a mi me van a rechazar.

−¡Normal! Se puede pensar que tienes más simpatía por unos que por otros…
−¡Claro! ¡Hombre! Yo entiendo de carrozas, algo, pero me iban a rechazar… Y, seguramente, con los que soy más afín sería más exigente, pero… ¡Es así!

−Pues esto es la pescadilla que… ¡No le veo solución!

−Con respecto a la organización y los premios ¿qué cambiarias?
−Yo le daría, totalmente, la vuelta a la Batalla. Luego, económicamente, no sé si sería viable… La Batalla de Flores, para la gente que no está dentro de una carroza, es aburrida. Pienso que es aburrida. Yo, los años que no he hecho carrozas y he estado viendo la Batalla, me he aburrido ¡que es triste decirlo! ¡Y mira que me gusta la Batalla de Flores! ¡Mira que llevo casi 50 años! Pero me he aburrido porque pasa la carroza y sí ¡muy bonita! Y, luego, un grupo o charanga y… al poco te aburres. Creo que hay que darle más animación, más fiesta a la Fiesta. Y creo que, ahora mismo, se debiese cambiar la fecha. Me explico: no dejar la Batalla de Flores en un día solamente, tiene que ser como la fiesta de Carlos V que se hacen cuatro o cinco días. Yo no digo que sean cuatro, que sean tres; el viernes que sea fiesta local, el día de ver las carrozas con cosas que atraigan a la gente; el sábado que sea el día del desfile y ese desfile ya trae a gente; y el domingo exponer las carrozas, pero no dejarlas en el “cementerio”…

−¿Te refieres a la calle P. Ignacio Ellacuría?
−¡Eso es dejarlas en un cementerio! Porque ahí ni se ven las carrozas, ni se ve nada. Veinte carrozas ahí metidas en un callejón ¡pues no se ven! Tenían que estar expuestas en otra parte. Si hay dos categorías, una categoría en una zona y la otra categoría en otra. Bien enfiladas, y que se vea la carroza por un sitio y por otro. Que la gente pueda verlas, rodearlas, ¡yo creo que la gente es tan civilizada como para no romper nada! Ahí encerradas, entre vallas, me parece que es un poco cutre… Es que no me parece que la gente tenga que hacer fotos entre rejas…
Hubo una propuesta, hace unos años, para dar el domingo siguiente a la Batalla, una vuelta al circuito. Subir a las chavalas, dar la vuelta y marcharnos…

−Pero… ¿La gente no está, ya, muy zurrada como para volver a subirse a la carroza, vestirse, empujar y demás, otra vez?
−No, tampoco, no, ¡no creas…! ¡Hombre!, cuando aquello, había una asociación que intentaba funcionar pero, a raíz de eso, se “descojonció” todo también. Y es que se quedó, se votó, para hacerlo o no hacerlo, y acordamos salir. Pero en vísperas de la Batalla de Flores me llaman y me dicen que no, que no se sale… ¿Cómo que no se sale? –Dije-. Sí se había acordado que sí ¿por qué se va a cambiar ahora? ¡Porque ahora diga uno que no quiere salir! Pues… ¡El que no quiera salir que no salga! Pues ahí se “descojonció” todo el asunto, la Asociación, la fiesta y todo…

−Pero… Entonces ¡ahí tenéis vosotros, los carrocistas, en este caso, mucha culpa! Llegáis a acuerdos y luego los rompéis…
−Yo me entero, casi en la víspera, de que no se sale por información del teniente de alcalde. Me dice:
-¿Así que no vais a salir? -Piensa que había sido una iniciativa del propio Ayuntamiento que habíamos admitido todos-.
-Y le digo: ¿pues? ¿Qué pasa?
-¡Pues que me han dicho que no salís! – Me dice-.
-A lo que le respondo: Ángel, ¡pues la primera noticia que tengo es esta! ¡Tú me estás dando la noticia, ahora!

O sea, que no es lógico tampoco. Si quedamos en que se sale, ¡se sale! Y si sale bien, ¡bien! Y si sale mal pues… al año siguiente se debatirá.

−Pero… en esa línea, Ángel, pasan muchas cosas, jurado incluido. Este año creo que se llegó a un acuerdo, al final, forzado o no forzado, pero acuerdo al final… Y, luego, después de lo del jurado, te hablo de mi experiencia personal, ¿tú crees que alguien puede estar ahí colaborando, por amor al arte, y cuando acaba la Batalla, por los líos de siempre, que alguien te diga: ¡piérdete qué cómo se escape una ostia (con perdón) igual te la dan a ti!? ¿Cómo podemos estar así?
−Pues porque la gente es, un poco, incivilizada. A mí me han dado el quinto premio, lo he recogido, me gustará o no me gustará… ¡Me aguanto!

−Pero es que yo he visto pasar a carrocistas, por delante de la tribuna del jurado, proliferando insultos y no han tirado piedras porque no las había. Aparte de otros sucesos, lamentables, de patadas, gritos y hasta tirar el trofeo al suelo en la misma tribuna de autoridades…
−Sí, sí, suele pasar…

−Y este año, en concreto, después de ir a ver las puntuaciones del jurado, han pedido nombres ¿para qué? ¡No lo entiendo! ¡Me horroriza sólo pensarlo!
−¡Ya te digo! ¡Estamos echando al jurado, también! Por eso se han ido retirando aquellos que sabían y que citábamos antes. No quieren llegar a esa situación de que les increpen en casa o le llamen no sé qué por la calle…

−Entonces… ¡partimos de que el embrión de muchos problemas parte de vosotros mismos, de los propios carrocistas!
−Sí, sí. Sí porque nos han dado demasiada manga ancha. Yo siempre le digo al Ayuntamiento: esto es un concurso que organiza el Ayuntamiento. No puedes dejar tú (el Ayuntamiento) que las normas las pongan los carrocistas porque cada uno va a mirar por lo suyo. Tiene que haber unas normas, unas bases, iguales para todos.
Y eso estoy harto de decirlo en las reuniones a los carrocistas: esto es un concurso, si quieres te presentas y si no ¡ya sabes lo que hay! Si quieres lo aceptas y si no, ¡no entres…! Pero las normas las tiene que poner el Ayuntamiento. El que organiza es el Ayuntamiento y, si quieres, lo aceptas y participas… y si no, ¡pues nada! ¡No concurses!

−Sí, ahí estoy de acuerdo contigo, pero lo que no entiendo, entonces, es ¿cómo se ha “escapado tanto el caballo”? No conozco ningún concurso de nada; ni de foto, pintura o miss, donde no haya unas bases que todo el mundo tenga que aceptar para concursar, aparte de que los fallos son inapelables a no ser que haya indicios, claros, de manipulación, estafa, etc. Donde suele nombrarse un juez o árbitro para dirimir…
−¡Efectivamente! De nada, de nada…

−Tampoco entiendo cómo se pueden ir a pedir las votaciones de cada jurado y, luego, hasta su nombre y apellidos. ¡Es que esto no pasa en ningún sitio! ¿Es que no nos damos cuenta de las consecuencias de eso?
−Lo que te estoy diciendo, Fernando, ¡es que eso no es normal! El jurado lo tiene que poner el Ayuntamiento, lo convoca él y lo pone él. Y si quieres aceptarlo lo aceptas y si no… ¡ya sabes!
Esto viene a raíz del Centenario, ¡fíjate! Todas estas movidas vienen a raíz del Centenario.

−Lo que pasa es que presiento que hay una especie de miedo a que, ahora que ya tenemos una fiesta centenaria, que no todos los pueblos y ciudades de España tienen, pues… Creo que el Ayuntamiento, en este caso, cede y concede hasta lo último en busca de no cargarse la Fiesta y que acaben desfilando tres carrozas… ¡Eso sería terrible para la Batalla!
−No, no, no. Mira; yo te voy a decir que un año ha habido siete carrozas y cinco las había hecho el mismo carrocista. Luego volvió a remontar la Batalla de Flores, pero dio la sensación que estuvo a punto de morir. Sin embargo resurgió. Y recuerdo otra época en que estuvimos a punto de no hacer Batalla de Flores, como un plante o una huelga. Al final no pasó nada.
Luego; también es verdad, que los precios de las cosas suben, todo sube y nosotros llevamos, igual, ocho años sin subir los premios. Siempre vas tirando y recortando y recortando, y el volumen de carroza que se está haciendo ahora es muy grande…
Esta mañana me ha dicho uno: ¿cuándo vais a dejar las medidas libres? Y le he respondido: ¡si ahora hay problemas con esto, como dejes las medidas libres hay cuchilladas! Si con normas hay estos problemas, si las dejas libres ¡bueno! ¡Bueno!… No digo nada…

−Bien. Tu tuviste una época gloriosa, creo que tienes diez primeros premios, y luego lo dejas y…
Lo dejo, lo dejo porque estaba un poco saturado. Ten en cuenta que yo con la tienda, también, había veces que me llamaba mi mujer diciéndome que estaba la tienda llena y ella allí sola. Y, ¡claro!, lo primero es el negocio. Y yo he seguido tantos años, precisamente, porque el negocio me lo permitía.

−Tú, en realidad, ¿cuántos años calculas que llevas o has llevado?
Desde los doce años… 52/54 años.

−¿Cuántos premios has acumulado?
Bueno, yo haciendo carrozas no llevo tantos años. Empecé en el año 1982, tengo, creo, el mejor récord de todos los carrocistas que ha habido. En catorce o quince años tenía: diez primeros, dos segundos y un tercero, me parece.

−Eso está sin igualar y tardará todavía…
−Creo. Me imagino que sí… Luego, descansé cinco años pero estaba ayudando a Remigio Herboso. La verdad es que nunca lo he dejado, siempre he estado metido en ello. Curiosamente, Remigio, de andar entre los últimos clasificados, pasó a disputar los primeros premios. Y mira dónde estaba Remigio, que era una aventura venir desde allí (Tarrueza).
Entonces me dije: ¡Joer! Pues si le estoy haciendo las carrozas a Remigio, pues para estar ahí implicado, como estoy, ¡pues me las vuelvo a hacer yo otra vez! Empecé de nuevo y ya, desde esa vez, ya no he vuelto a ganar…

−Y no te enfadaste con Remigio, ni nada… ¿no?
−No, no, ¡qué va! Hoy ha estado aquí conmigo.

−Entre tantos premios ¿cuál es el que mejor te ha sabido?
−Creo que ha sido “Genio” (1990). Y te voy a decir por qué. Porque en aquella época había un reglamento en relación a las medidas de las carrozas y, el año anterior, A. Llanderal nos ganó con una carroza que excedía en las medidas y no tuvo ningún tipo de sanción. Entonces, al año siguiente, me dije: ¡yo las medidas me las voy a pasar por el arco de triunfo, también! Y ellos, también, volvieron a hacer lo mismo con otra gran carroza, la esfinge famosa. Entonces nosotros hicimos “Genio” y estuvimos, para entrar en pista, más de veinte minutos hasta poder dar la primera curva porque pegábamos en las farolas, pegábamos en los árboles y en todas partes. Era una carroza de 7,50 m. de ancho, 9,5 m. de alto y 13 m. de largo…

−¡Jesús!
−Y ese año ganamos (1990). Entonces, al año siguiente, ya nos dijeron que como estuvimos tanto tiempo allí; que si entra, que si sale… con todo parado, lógicamente, entonces fue cuando pusieron las medidas de una forma estricta y dijeron que al que se pasase le iban a sancionar.
Cuando aquello estaba muy reñido el primer premio.

−Y… ¿qué siente un carrocista ese rato antes del desfile?
−Pues en la pista yo creo que ya nada. Yo, cuando tengo una sensación indescriptible es cuando sacamos la carroza de la nave o los andamios. Porque tú, dentro, no la ves. Tú la has diseñado, te la imaginas, sabes cómo está… Pero cuando la sacas de la nave, que la ves completa, es cuando tienes la satisfacción, esa sensación…

−Y ¿qué sensación es esa?
−Muy fuerte. De alegría, ganas de llorar. Este año, por ejemplo, cuando hemos salido de ahí, que no sabíamos ni cómo íbamos a salir y ha habido hasta apuestas de que no sacábamos la carroza… Pues… cuando la hemos enfilado, ya, en la carretera, me he tenido que meter dentro de la nave de la emoción. Luego, ya en la pista, te aplauden y todas esas cosas; pero como tienes el trabajo ya hecho estás en otra postura. La de ¡ya, lo que venga, será bien venido!

−Y… Cuándo termina la Batalla, nervios, noches sin dormir ¿te pega el bajonazo?
−¡No te pega, no! (Ironiza). Yo me he quedado sin ver los fuegos artificiales años y años.

−¿Te vas directamente a la cama?
−No, no, intentas estar por aquí pero no sabes ni dónde estás. Recuerdo que un año me senté en la acera de la Casa de Cultura y ahí me quedé dormido. Y así muchos años…

−Bueno. Vamos a dejar el tema de la Batalla a no ser que haya algo que te haya quedado por decir…
−Bueno, yo les animo (a los demás carrocistas) a que sigan haciendo carrozas, pero que le den un vuelco a la Batalla porque creo que hay que mejorar esto. Al Ayuntamiento le cuesta mucho dinero esto como para que sólo sea un día y creo que hay que sacarle más rendimiento, porque es un potencial muy grande como para desperdiciarlo.

−¿Se te ocurre alguna idea?
−Tampoco es que se me haya ocurrido a mí, ahora, ni tengo la varita mágica para eso. Lo que no me gusta es que quieran traer la fiesta de Zundert, de Holanda, a la Batalla de Flores. ¡Zundert es Zundert y la Batalla de Flores es la Batalla de Flores! Y no queramos cambiar lo de allí aquí porque, para eso, nos vamos allí y concursamos allí.

−O sea, ¡que no tenemos que competir con Holanda!
−Holanda nos puede venir bien para comprar flor a buen precio. Esas cosas sí… Bueno, es mi opinión.

−Me suena a un “aviso a navegantes”, que vendría después. Bien…
Sobre lo de las ediciones, una pregunta. Hay una cosa que no he podido resolver. Sabes que hay un par de publicaciones sobre la Batalla de Flores y en ambas se nos dice que del año 1936 a 1941 no hubo Batalla y nosotros seguimos con que sólo se paró en el año 36…
−Bueno, yo creo que nos da igual. Con tal de que sea centenaria ¡qué más da! Que tenga 106, 105 o 110 ediciones… ¡Son muchos años!

−Bueno, volvemos al día a día y a Laredo y vamos terminando…

−¡Lo siento! ¡Toca política! Ante un momento incierto como el que estamos viviendo, ante la Crisis, tú ¿cómo te definirías?
Lo de la Crisis soy incapaz de explicarlo. Por otro lado, yo creo que a este pueblo se le ha hecho mucho daño al comercio con el mercadillo. Es mi opinión. Aquí el mercadillo nos ha hecho polvo. Yo creo que ese mercadillo puede estar en Laredo, no digo que no, pero no un domingo cuando no puede venir nadie porque no se puede aparcar. Si le sacamos fuera y le hacemos entre semana, que el comercio está abierto también, podía ser rentable. Pero un domingo no, porque el poco dinero que tenemos en Laredo se lo llevan ellos, los de fuera (se refiere a los comerciantes de los puestos).

−¿Y alguna cosa más que creas que se puede hacer independientemente de…?
−¡Esto es un cementerio! Aquí no sale nadie a partir de las 8 h. de la tarde.

−Entonces… ¿qué hacemos? Porque no vamos a cerrar el pueblo e irnos todos a Colindres. ¿No tienes ninguna idea?
−Es que si yo tuviese la varita mágica… ¡Pero es muy complicado!

−Da la sensación de que es una cosa imposible, ya…
−Porque la damos por imposible, ya. Yo, por ejemplo, el otro día, he estado en Santoña y hay ambiente los fines de semana. Los viernes y sábados hay ambiente, y aquí no lo hay…

−Pero eso yo lo he comentado con gente de allí, con mi familia, y me dicen que aquello es el centro neurálgico de un montón de pueblos de alrededor. Digamos: Argoños, Escalante, Castillo, Cicero, Gama, Beranga, etc. Aparte de que, sí es verdad, alternar es algo más barato…
−¡Claro! Pero es que aquí, además, se ha ido la juventud a Colindres y otros pueblos cercanos. Entonces, lógicamente, el ambiente va a estar allí porque no van a venir aquí a diario. Pienso que uno de nuestros “pecados” ha sido ese. La vivienda ha sido cara y la gente se ha marchado de Laredo. Y los que quedan, la gente mayor, pues… ¡no salen!

−Bueno, ¡que nos estamos poniendo muy serios! Aparte de Laredo ¿te quedarías con algún otro lugar de este mundo?
−A raíz de un crucero que he hecho, he estado en Estambul y me ha parecido una ciudad espectacular. Luego, pues… ¡tal vez París! Sí, París. Y estuve en Venecia y ¡mira que dicen que Venecia es muy bonito! Pues a mí tampoco me ha dicho mucho.

−Vamos a entrar, ahora, en el mundo de los sentimientos. ¿Te acuerdas de tu primer amor?
−Pues… ¡el único que tengo!

−¿No has tenido ninguna novia, amor platónico, relación…?
−Novias sí. El “ligoteo” de la juventud. Pero así, una cosa formal, formal, ¡no!

−¿Nunca tuviste un amor platónico?
−No, no, si hasta con Guadalupe casi lo dejo… Je, je, je (Risas), al principio. Pero, luego, pues… ¡te entra! ¡Te entra! ¡Y no sabes cómo parar…!

−Y… ¿lo mejor y peor de Laredo, hoy por hoy?
−¡Hombre! Lo mejor que tiene Laredo es la Playa y su potencial. Y… lo peor… tampoco sabría decirte… pues ¡el que hagan las obras en verano! ¡Bueno! ¡Sí! La Puebla Vieja. Mira, no sé por qué no había caído ¡una pena! Yo he vivido ahí, en Sta. María. Calla que, ahora, por lo menos, la calle del Somera parece que tiene más vida… ¡parece! ¡Parece! Pero tampoco creas que está muy boyante…

−¿Tú crees que eso se va a solucionar con el tiempo?
−Creo que no va a haber dinero, nunca, para arreglar eso.

−¿Vamos a peor, entonces?
−Yo creo que sí, porque los edificios cada vez van a estar peor y…

−¡Buf! ¡Estamos apocalípticos! Entre que la gente se va de Laredo, que acabamos con la Batalla, que no tiene remedio la Puebla Vieja, que el comercio no tira…
−¡Pero es que es así!

−¡Joer, Ángel! ¡Por Dios! ¡Bueno, bueno…!
−¡Qué más quisiera yo que qué hubiese ambiente todos los fines de semana, todos los días, y que todo se solucionase! ¡Es que la gente se aburre, aquí, también! Sales a dar un paseo y ¡cómo no te vayas al parque…!

−¿Tú tendrías algún proyecto, en esa imaginación que tienes, para darle a esto vida?
−¡Qué va! ¡Qué va! Y ahora menos… Políticamente menos, porque esto es todo a base de dinero. Dinero que no hay… En este momento el Ayuntamiento yo creo que está “caput”…

-Pues, entonces, se me ocurre que tú mismo reconoces qué aquello que hemos hablado de los premios de la Batalla, se queda como está…, sí o sí.

Seguimos…

−¿Crees esa historia de que Laredo te cautiva, te embruja y te come?
−¿Me lo dices a mí? ¡Total! Sin embargo, lo del embrujo es relativo. A mí me gustaría estar viajando continuamente. Luego vienes y comparas. Sí, aquí se está muy tranquilo y para viajar pues… ¡el problema es el dinero! Saliendo más del pueblo, el pueblo no te come.

−Cambio de tercio. ¿Lo más gratificante que has vivido en los últimos años?
−¡Es que tampoco me ha pasado nada que ahora recuerde…! Como llevamos una vida tan normal, tan normal… No tengo nietos…

−¡Todavía! ¿Igual tenemos que esperar a ver si tienes nietos?
−¡Pues igual! Tampoco me tiran mucho. Me gustan los niños pero disfrutarlos cinco minutos, no para hacerme cargo de ellos. Te digo que de momento. Eso no quiere decir que, si los tengo…

−Ángel, lo voy a escribir así: ¡a la fuerza ahorcan!
−¡Seguramente! Pero, ahora mismo, no me llaman…

−¿Tú crees que te ha quedado algo por hacer, aún?
−No, he invertido todo lo que he ganado y ahora no tengo nada. Sí es verdad que yo quería haber ampliado el negocio de ropa de niños en la comarca, haber puesto más tiendas, pero como íbamos poco a poco… ¡íbamos con mucho miedo! Todo es a base de inversiones y todos los que conozco que han hecho eso, al final han cerrado.

−¿Qué es lo que más odias del ser humano?
−La mentira.

−¿Crees que vivimos en un mundo sin valores o que se han pervertido?
−Es así, no sé si podremos remediarlo, pero eso es así. ¡Total! Teniendo un negoció me ha pasado muchísimas veces.

−¿Cambiarías algo de lo que ha sido tu vida a día de hoy?
−Sí volviese a nacer igual volvería a hacer lo mismo. Lo que no sé es si con menos intensidad. No te digo que no volviese a hacer lo mismo o… igual escogería cosas.

−Pues eso, ¿cómo qué?
−Pues no meterme tanto como me he metido en la Batalla de Flores. Estar una época y, luego, retirarme (haberme retirado) para no volver.

−¿Crees que has estado demasiado?
−Pues yo creo que sí. Yo me llevo retirando mucho tiempo, pensándolo por lo menos. Mucho tiempo hasta que ya he dicho ¡de aquí no paso!

−En tu vida personal ¿hubieses querido hacer algo más, algo menos?
−Descubrí la pintura y he estado poco tiempo pintando. Y he descubierto que sí me gusta pintar y dicen que pinto bien, ¡no lo sé!

−¿Pones el alma en ello, te sale sólo o… te abstraes?
−No, no, no, yo me abstraigo. Me llena. Ahora llevo, también, seis o siete años sin pintar… pero volveré a retomarlo.

−Entonces tú, cuándo vas a casa ¿qué haces?
−¡Nada! Llego a casa y tengo que hacer muchas cosas, también, ¿tú qué te crees? Y el poco tiempo que tengo veo la televisión o hago zapping y, al final, ¡no veo nada…! Ja, ja, ja (Risas).

−¿Ese secreto que nunca has contado?
−Yo no tengo secretos. He roto muchos cristales pero son anécdotas a las que no doy importancia…

−¿Cómo definirías tu personalidad, tu forma de ser?
−Me considero una persona normal, normalísima. Todo lo veo bien. Soy más bien perfeccionista, constante, y con los que están a mí alrededor suelo ser desprendido.

−¿Tu mayor alegría, fuera de las carrozas?
−Cuando nacieron mis hijos. ¡Cómo no tengo nietos…! (Risas). Con tal de que el negocio vaya bien y vayamos tirando pues… ¡eso!

−¿Tu mayor fracaso?
−Mis últimos años en las carrozas. Me han dado muchos palos y me han criticado sin conocerme, inmerecidamente, creo.

−¿Qué te llevarías a una isla desierta?
−Una temporadilla, pues llevaría las cosas de pintura… lienzos, oleos y caballete. Te podía decir el tópico de un libro. No, no, porque, igual, ni le leo.

−¿Un recuerdo de cuando eras niño?
−Pues en Reyes, precisamente. Descubrí que debajo de una de las camas de mi casa había juguetes, antes del día de Reyes y dije: ¡Ay! ¡Esto es todo mentira!

−¿Un aviso a “navegantes”?
−Se tú mismo y la vida hay que tomarla tal como viene. Soy de pocos consejos…

−Pues ¡ya hemos llegado al final! ¿Se te ha hecho largo?
−No,no.

Según iba mecanografiando esta entrevista, iban resonando las palabras de Ángel en mi cabeza. Muchos problemas, pocas soluciones. A Laredo y a la Batalla les hemos presagiado un futuro apocalíptico (creo que al lector le pasará igual). ¡Esperemos equivocarnos!
Al final salió un poco más largo de lo esperado pero… ¡muy jugoso! (Creo).

Espero que nadie se moleste y que cada uno, y todos a la vez, sepamos interpretar y apechugar con lo nuestro. Aquí, sólo se trata de poner en común una opinión más, una de tantas, con la salvedad de que, creo, nunca se había entrevistado, por medio alguno, a un carrocista (en este caso ya “ex”), así, a quemarropa, a corazón abierto. Él mismo entona el “mea culpa” en muchas cosas y, a la vez, deja bien claro que no tiene solución, ni “varita mágica”, para muchas cosas. Cosas de Laredo, cosas nuestras, Batalla de Flores incluida… Hay muchas frases que merecen una reflexión.
Luego, en lo personal, pues… siendo un pedazo de artista, un manitas (que se decía antes), intenta pasar, como habréis podido ver, totalmente desapercibido. Siquiera es consciente, no sabe explicar, cómo y por qué es capaz de hacer muchas cosas…

¡Ha sido, como siempre, un placer!

Carroza Genio

Carroza “Genio” (1990)